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Colombia: Los jueces del país amenazados bajo fuego

Por El Tiempo de Colombia.Desde el 2010, más de 150 han sido amenazados y 4, asesinados. Jueza se salva de ser asesinada en Sabanalarga, Atlántico. El atentado comprueba que el asesinato de Gloria Gaona, en Arauca, no es un caso aislado.
El mismo día de los funerales de Gloria Constanza Gaona -la jueza y madre de dos hijos asesinada en Saravena (Arauca)-, una de sus colegas se salvó milagrosamente de correr la misma suerte.
El hecho ocurrió el jueves en Sabanalarga (Atlántico), a donde fue trasladado el juzgado único de Manatí,uno de los municipios afectados por el invierno. Hasta ese lugar llegaron dos hombres armados, que se tomaron por asalto el despacho buscando a la jueza, que ha tomado varias decisiones contra los miembros de las bandas criminales. No la encontraron y a esta hora está bajo protección de la Policía.
La funcionaria hace parte del grupo de 500 jueces que en los últimos cinco años han recibido 736 amenazas, según cifras del Consejo Superior de la Judicatura. Con la jueza de Saravena, son seis los asesinados desde el 2006.
Según el presidente de Asonal, Nelson Cantillo, el caso de la jueza de Manatí no es raro en Atlántico. Los conflictos de tierras en ese departamento cambiaron la vida de la jueza de Juan de Acosta, población situada a hora y media de Barranquilla. «Mi libertad se acabó. Ahora tengo escolta y no puedo salir de mi casa o del despacho. Estoy pidiendo traslado y no me lo han querido dar», dice.
Al otro lado del país, en Caquetá y Meta, varios jueces que han recibido casos contra guerrilleros han tenido que recurrir a un salvavidas de emergencia: pedirle a la Corte Suprema que los releve de esos procesos.
«Se observa que en el trasfondo de la petición se encuentra el temor infundido por las Farc -dijo la Corte al trasladar un proceso de Puerto Rico (Caquetá) a Bogotá-. Pero no es solo temor; es la expectativa cierta de sufrir atentados a consecuencia del ejercicio de administrar justicia». Decisiones como esa se cuentan por decenas cada año.
Las presiones se sienten también en las grandes ciudades. La jueza de Bogotá Stella Jara salió del país después de dictar la primera condena contra un militar por el caso del Palacio de Justicia. Un sufragio que invitaba a su entierro precipitó esa decisión.
El presidente de la Sala Administrativa de la Judicatura, el magistrado Hernando Torres, dijo que desde el 2006 se ha reubicado a 196 jueces. «Hemos visto que esquemas de la Policía, como el Plan Padrinos -que tenía la doctora Gaona-, son insuficientes», afirmó. ¿Soluciones? La propuesta del Gobierno pasa porque haya jueces especializados contra la delincuencia organizada para evitar que, como ocurre hoy, los que están en las zonas más complicadas tengan que encontrarse en la calle con los compañeros de los criminales que dejaron en la cárcel.
La zozobra también se vive en Bogotá
Sus amistades se redujeron, los paseos familiares se acabaron; la ruta del trabajo a su casa es interminable, cualquier carro, motocicleta o persona en la calle es sospechoso.
Eso es lo que vive y siente a diario una jueza especializada en Bogotá. Las amenazas que ha recibido por las decisiones que ha tomado -en procesos contra narcotraficantes, guerrilleros, jefes de bandas criminales o corruptos- la obligaron a desconfiar de todo.
Por eso siempre busca pasar desapercibida en cualquier acto social, oculta su nombre en lo posible y esquiva todo acto que le dé publicidad. A pesar del riesgo que corre a diario, no cuenta con ningún esquema de seguridad.
«A mí me amenazaron hace seis años por un proceso de Foncolpuertos. He pedido seguridad a la Judicatura, pero solo hasta este mes me avisaron que me van a asignar una escolta. Lo malo es que viene sin carro y yo ando en buseta», afirma esta funcionaria.
Tiene más de 10 años en la Rama Judicial. En broma, dice que la Judicatura debería pensar que no solo ella está en peligro, sino también los cientos de pasajeros de la ruta de TransMilenio que desde el norte de la ciudad viajan a su lado, ajenos a su situación.
«¿Qué pasaría si los que van conmigo en el bus se enteraran de que soy juez, de que estoy amenazada y acabo de quitarle parte de sus bienes a un jefe paramilitar extraditado y a su madre?», cuestiona.
Otro colega suyo dice que hace mucho tiempo dejó de ir de rumba en su ciudad natal, Villavicencio. No falta -dice- quien lo salude a uno a grito entero: «¿Qué hubo, juez?».
Siempre les recomienda a sus padres y hermanos reserva y que en lo posible no digan cuando va a ir de visita. «Cerré mi círculo de amigos, sospecho de algunos, aunque los conocí desde niño no sé en que bando están».
En Bogotá, sus hábitos no cambian. «Hay que esconder hijos y familia, y hasta el simple acto de conducir un carro se vuelve angustia. Siempre estoy mirando el retrovisor midiendo la distancia de cada carro que está detrás.
Ver nota en: http://www.eltiempo.com/justicia/atentados-contra-jueces_9076820-4

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